Archivo mensual: agosto 2008

Hombre en vía de extinción: nuevas pruebas

Ya lo dije en otro lugar: la humanidad desaparecerá muy pronto. En un nuevo estudio Eurostat afirma que para el año 2015 el incremento en la población europea se deberá únicamente a las migraciones a estos países, ya que a partir de ese año la tasa de mortandad superará a la de nacimientos.

La población mayor de 65 años aumentará, asimismo, su porcentaje, de tal suerte que pasará del 17.1% de este año al 30% en el 2060; los mayores de 80 años pasarán del 4.4% al 12.1% durante el mismo periodo.

Lo anterior significa que las personas mayores de 65 años pasarán de ser el 25% a ser el 53% en el periodo descrito, lo que significa que sólo habrá dos personas en edad activa por cada mayor de 65.

Bajo estas condiciones será muy difícil, por no decir imposibles, impedir que los europeos desaparezcan de la tierra en menos de cien años.

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Conquistas y emboscadas

Al mirar los andenes y las alcantarillas húmedas se entendía que la lluvia había visitado el lugar. Las nubes plomizas confirmaban la sospecha inicial. La tarde presagiaba una siesta después de un almuerzo contundente.

Después del opulento almuerzo el sofá era una elección razonable para digerir parcialmente las viandas. Antes de recostarme en el mueble creí oportuno que el murmullo del televisor asistiera la mansedumbre del sillón. Una vez el bisbiseo del televisor se ajustó a la lenidad del mueble el sueño se apoderó de mis pensamientos…

Cuando ya corría por los pastizales del letargo sonó súbitamente el timbre del apartamento. Un corrientazo cruzó mi espina dorsal. El timbre sonó de nuevo. Me levanté para ver quién era el inoportuno visitante.

Al abrir la puerta me tropecé con una mirada azucarada y unos labios carnosos que sonreían incansablemente. Hola, le dije rascándome los ojos para espantar el sueño. Hola, respondió ella con una ternura que me empezaba a gustar. Nos quedamos mirándonos en silencio durante un inabarcable segundo. Cuando la modorra abandonó mi cerebro le sonreí abiertamente. Ella respondió a mi sonrisa con un ligero rubor. ¿Te han contado de la promoción de bombillos ahorradores?, me preguntó mecánicamente. Nunca, le respondí con el rostro iluminado. ¿Quieres saber de qué se trata? Me preguntó mirándome con sus extraordinarios ojos cafés. Por supuesto; pasa, le dije con cordialidad. No estoy autorizada para entrar a las casas, me dijo abriendo aún más los ojos. ¿Quién no te autoriza? Pregunté con curiosidad. En la oficina nos dijeron que no debemos entrar a las casas porque es muy peligroso. Mírame a los ojos y dime que me tienes miedo, o dime que desconfías de mí, le dije con una sonrisa maliciosa. No, no es eso, me dijo al tiempo que el rubor tomaba tonalidades más intensas; lo que pasa es que… desconfías de mí, completé la frase. Noooo, dijo abriendo los ojos. Entonces, entra. Bueno, dijo al tiempo que calculaba mis pretensiones con una mirada escudriñadora.

Después de un par de minutos la charla viró de los bombillos hacia el clima, y de este saltó a los gustos musicales, de estos brincó al estudio y de allí regresó a la música. Después de este circunloquio le pregunté si quería salir a tomar algo. Su respuesta, para mi sorpresa, fue afirmativa. Entonces, le dije, espera que me ponga un saco que está haciendo mucho frío.

Al concluir la cuarta hora de cervezas y destellos de coquetería nos besamos. Luego arribó el sugestivo juego de manos y con él el enardecimiento de los sentidos. Cuando el ambiente estuvo lo convenientemente caliente pagué la cuenta y nos fuimos a un motel.

Llegamos al lugar, pagamos y entramos al cuarto. Luego de mirarlo de arriba abajo ella me miró a los ojos con compasión. La interrogué con mi mirada. Perdóname, no tenía otra opción, me dijo al tiempo que golpeaban la puerta. ¿Qué pasa?, le pregunté. Bajó la mirada y caminó hacia la puerta. Al otro lado de la puerta estaba Julián, el hermano de Gonzalo, el guerrillero asesinado dos años atrás en una emboscada de la policía.

Mi querido cabito creo que es hora de saldar aquella deuda de dos años, dijo Julián mientras desenfundaba una pistola automática. En ese instante la luz del corredor alumbró el rostro de la niña que me había llevado hasta allí. En un breve instante un recuerdo llegó a mi cerebro como un flash: recordé los ojos de la niña de quince años que había jurado frente a las cámaras que vengaría la muerte de Gonzalo…

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El amor y las palomas (Facundo Cabral)

Hace unos minutos vi una muchacha de veinte años liando en una red de miradas insinuantes y proposiciones de significado turbio a un niño de dieciséis años; el jovencito, a su vez, pataleaba en un naufragio de frases de cajón y respuestas ruborosas. Al verla recordé a Facundo Cabral diciendo que las mujeres fáciles son las que tiene la misión de salvar a los hombres de las mujeres difíciles. Escuche esa frase en mi niñez, una y otra vez, hasta que la adolescencia entró por las ventanas de mi infancia. Después, cuando el vendaval del sexo derrumbó puertas y despeinó árboles, entendí la contundencia de la afirmación: gracias a las mujeres fáciles los hombres se inician en los meandros del sexo sin tener que recurrir a ruegos ni a pagos vejatorios.

Después que la pareja se bajó en una estación de Transmilenio pensaba que lo desventajoso de aquellos seres maravillosos es que no dilatan su estadía en los pórticos del corazón sino que se elevan con la primera mirada coqueta que les robe la sonrisa. Nos dejan, me dije al tiempo que veía la llovizna empapar los vidrios con sus deditos húmedos, sin importarles nada. ¿Acaso, me pregunté al instante, nos deben fidelidad por amarlas? ¿No son libres para volar de espina en espina? Luego, cuando los interrogantes se anudaban en el cuello, vino al rescate la voz de Facundo Cabral:

Le bastaba abrir los brazos para tener la medida de la ternura
y el lazo que une la muerte y la vida…

heredó de la mañana su condición de paloma
y volaba muy bajito para mirarse en su sombra

en ese momento el amor se hizo brisa y los recuerdos se tiñeron de colores pastel…

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Qué brusca oscuridad

Entre los recuerdos que acechan a los hombres están los aguijones que han rasguñado la brisa que los sostenía; están, asimismo, los pétalos que las espinas protegían y está el polvo que las escolta. Todos las recuerdan pero pocos hablan de ellas.

Pues bien, creo que es hora de hablar de una de ellas: les dejo con el testimonio de una rosa y sus duras espinas.

Qué brusca oscuridad…

Qué brusca oscuridad me embarga cuando te pienso distante
hija de otro suelo
vecina de otra cama!

Sé que les he dicho a los demás que me he curado de ti
igual que el leproso que se extirpa la piel atacada
y sé además que la mentira me corroe la entraña
en la mañana infestada de ratas
pero tú sabes que me cuesta decir la verdad
comunicarle al mundo que soy incapaz de olvidar al árbol herido
¿crees que puedo confesarlo e irme tranquilo al río?
Sabes que mi rivera se ha mantenido al margen del abismo
mis únicos pasatiempos son el libro y el escrito dañino
tu recuerdo ladra y maúlla en la jaula y en la ventana que da a la oscuridad
mis manos no han catado otras pieles
y mis palabras conducen a tu nunca mentado nombre…

¿qué hacemos con nuestros destinos?
los lanzamos a los lagos o a los ríos
o los mancillamos como si fueran hijos impíos

¿no tienes respuesta?
¿no sabes dónde esconder el amor que te acaricia el tobillo?
¿te avergüenza acaso el dolor mío y las palabras con las que lo describo?

No te ruborices por tan nimio conocido
él es tan pequeño que lo puedes llevar en la solapa del aire
en la medalla de la virgencita o en el segundero del reloj que te regalo tu amigo
¡llévalo donde quieras!
¡no te va a estorbar!
¡nadie lo va a notar!
¡es tan dócil que ni siquiera es capaz de hablar!
Llévatelo
¡engáñalo como si fuera un niño!
arrójalo en la esquina del maleficio
en la mitad del río subido
bótalo donde quieras
pero no vengas a mí con el ánimo partido
y con el amor medio podrido
a decirme que quieres una medialuna de salvado de trigo
y uno minutos de sexo con un amigo

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De sexo, gritos, gemidos y demandas

En Inglaterra multaron a una pareja de novios por hacer mucho ruido mientras tienen sexo.

Entre las quejas de los vecinos hay una señora que asegura que su hija moja la cama y tiene pesadillas a causa de los gritos y de las obscenidades que dice la pareja durante el acto sexual. Otro vecino –conductor de profesión- asegura que tiene que pedir permiso porque los amantes no lo dejan dormir en toda la noche.

¿Qué dice la acusada? Nada, solo pone una cara que oscila entre la burla y la satisfacción:


(El que está a su lado con cara de imbécil es el imparable novio)

Creo, al igual que el amigo Pedro, que Adam Hinton (el novio) ha conseguido los 15 minutos de fama que todo hombre quisiera tener: desfilar por los periódicos como el causante de hacer gemir durante toda la noche a su novia. Imagine, querido lector, que un buen día le llega a su novia un telegrama en el que la citan a un juzgado por que los gritos y golpes de la cama no dejan dormir a ninguno de los vecinos de los veinticuatro apartamentos del edificio donde duerme. Lo primero que usted hace después de esta magna noticia es, ¿cómo evitarlo?, echarle un polvo celebratorio de un par de horas. Luego, si el temblor lo deja sostener el papel, vuelve a leer el telegrama para ratificar su confianza.

En Colombia, lamentablemente, un caso de estos no se presentaría gracias a la sorna de la justicia de este país. Acá una demanda se demora meses y hasta años. De tal suerte que cuando llegue la citación la pareja ya se habrá separado o ya tendrán hijos que no les permitirán aquellas maratones sexuales. Los vecinos varones, por otra parte, no se disgustarán por los gemidos ni por las obscenidades (menos si son camioneros, como el vecino inglés), razón por la cual no demandarían a la pareja. Los niños, en lugar de tener pesadillas y orinarse en la cama, anotarán las palabrotas en su agenda de Winnie Pooh para escribirlas en las paredes de los baños del colegio o, si son más grandecitos, para practicarlas con sus noviecitas o noviecitos. Las paredes de los apartamentos, por último, son construidas, por lo general, en concreto, lo cual impide que el ruido se propague por todo el edificio.

En nuestro caso (el de mi novia y el mío), el único ruido que hacemos es el causado por el chirrido de la cama unido al chillido de los resortes del colchón. Debo decir, en honor de la verdad, que esta alianza rítmica da la sensación, en el momento del paroxismo, que estamos violando un grillo en el apartamento. Este barullo, sin embargo, no ha redundado en una demanda de La Asociación Defensora de Animales (ADA) ni del INDERENA.

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Crujido de los engranajes (3)

A finales del año 2001 yo estaba frente al hidrante rojo que espera incendios y catástrofes. Las tinieblas se deshacían en una masa ambarina de neblina y ansiedad, al tiempo que me desmigajaba en reflexiones ociosas.

Luego, cuando el viento se hizo llovizna, rasguñaste el amanecer con tu mirada de cachorrito. Llegaste hasta el hidrante y me miraste en silencio. Al verte a los ojos entendí que querías que me acercara a ti. Lo hice. Quedamos, en un instante espeso, frente a frente. Sentiste el impulso de abrazarme; sentí el arranque de besarte apasionadamente. Nos quedamos, sin embargo, inmóviles. Al final me incliné y te bese tiernamente en la mejilla. Me miraste a los ojos para tantear mis pretensiones. Sonreí ingenuamente. Respondiste con una sonrisa tímida…

Al término de una conversación grumosa te despediste y penetraste en las sombras de la mañana. Yo me quedé pensativo, acaso imaginando. El golpe en el hombro del sol anunció la apertura de las responsabilidades y la consecuente clausura de la fantasía.

La vida nos ha congregado en conversaciones protocolarias o en reuniones apolilladas. Siempre que te veo recuerdo aquella madrugada de diciembre y siento el impulso de confesarte que aquel día el destino me dijo al oído que tu mirada de cachorrito me contemplaría en las madrugadas de amor.

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Colillas y cigarrillos

Señores Compañía Colombiana de Tabaco:

Esta carta no es para abogar por el derecho de respirar aire libre ni mucho menos por el derecho de los fumadores a ejercer su hábito en cualquier lugar. Esta carta es para interceder por el derecho de los cigarrillos. Sí, como lo oyen: escribo para defender la vida y honra de aquellos cilindrillos blancos con zapatillas cafés.

(Hasta este oscuro rincón del cosmos escucho las carcajadas de ustedes. Pero aunque le parezca gracioso le pido que lea el resto de la carta para que entienda que mi petición no es descabellada).

¿No han pensado en el triste final de los cigarrillos que producen? Siéntense ustedes a pensar en la vida de aquellos hijos que emergen de las entrañas de sus fábricas: primero tiene que vivir hacinados en unas cajetillas estrechísimas y oscuras. Luego, cuando un piadoso comprador toma la cajetilla en sus manos, extrae a uno de los retoños para encenderle la cabeza con algún mechero o fósforo. En este momento la criatura ejecuta su función de compañero -si el fumador se halla solo en un codo de la soledad-, o relajante -en el caso que los fantasmas de la ansiedad asomen su testa-, o, quizás, ultimando la faena amatoria. Cuando su labor se ha concluido el cigarrillo encuentra un final trágico: después de ser compañía o consuelo el fumador decide, en un acto de infinita crueldad, lanzarlo al piso y matarlo con el tacón de su zapato, o ultrajarlo en un cenicero. Luego el mancillado cadáver del cigarrillo será pisado por cientos de zapatos hasta que la benigna lluvia o el piadoso viento lo envíen a las cloacas. Si pereció en un cenicero su suerte no es diferente: lo lanzaran entre cáscaras de plátanos y papeles sucios y rodará de caneca en caneca hasta llegar a las llanuras repugnantes.

¿La anterior imagen no les ocasiona dolor en la boca del estómago? ¿Su insensibilidad llegó hasta el punto de pasar campantes encima del cadáver de los retoños de sus empresas? ¿No les remuerde la conciencia saber que han podido librar de ese dolor a los herederos de tanto trabajo y esfuerzo?

Como sospecho que las risotadas no han cesado en su fanfarria burlona, sólo les pido que tomen con el mismo humor la noticia que sus hijos han sido secuestrados por un comando de hombres encapuchados. Espero que rían, asimismo, cuando encuentren los cadáveres de ellos en canecas de basura o nadando en las alcantarillas de esta hermosa ciudad.

Cordialmente:

A.B.

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Carta al silencio de la noche (9)

Sé que este mensaje te parecerá extraño y un poco psicótico, pero debo manifestarte lo que siento cuando nuestras palabras se entrelazan en la húmeda soledad.

Cada vez que hablo contigo siento que la respiración se pone arenosa y que el mundo gira descontroladamente. El mareo y el problema respiratorio no son, ni mucho menos, molestias de trascendencia, el verdadero problema es que no puedo concentrarme en nada: mi cabeza, terca y dura como una montaña, se obstina en pensar en ti, en repasar cada una de tus palabras y cada uno de tus silencios; luego siento que la tristeza, con paso firme, invade los cuartos de mi alma hasta que la habita completamente. Cuando mi cuerpo, alma y cabeza están llenos de ti, no valgo un centavo: mis pasos se tornan toscos, mis palabras son desabridas y no puedo pensar en otra cosa que no seas tú.

Por ello he decidido pedirte que no me llames hasta que termine el semestre. Perdóname si no te lo pedí cuando hablamos, hace un par de horas, pero es que en ese momento no me sentí mal; pensé, incluso, que la maluquera de las ocasiones anteriores –porque no es la primera vez que me pasa- había sido a causa del estrés y que no tenía nada que ver contigo. Pero ahora, en este mismo instante, tengo el alma colgada de un suspiro y el cuerpo hecho un nudo (el cuello me duele insoportablemente). Por ello, reitero, te pido que dejemos de hablar hasta que finalice el semestre para que no me expulsen de la universidad. Sé que entenderás mis razones y mis motivos.

¿Por qué, te preguntarás, me siento así? La respuesta, evidente como la misma pregunta es porque te quiero mucho y me duele perderte como mujer. En otras palabras: estoy despechado. Aunque no lo creas lo que siento por ti es más que aprecio o cariño. Sé que no me crees porque estás acostumbrada a demostraciones de afecto más estrambóticas, o, por lo menos, más ruidosas. Pero, como puedes ver, yo amo de manera discreta pero profunda. Mi amor es, en otras palabras, como un aljibe encarcelado por un túnel de rocas frías y puntiagudas que, no obstante esto, guarda en su interior agua dulce.

Cuando hablo contigo se remueven, por tanto, los viejos y adoloridos recuerdos junto con los sentimientos -sus inseparables aliados -. El dolor, la desazón, la incertidumbre, el desasosiego, en ese momento se apoderan de mí, obligándome a abandonar mis compromisos para entregarme a las reflexiones y a los quejidos. Por ello te pido que te margines de mi vida por un mes, a lo sumo; luego de eso te aseguro que retornaré a tu vida como si no hubiera pasado nada…

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Video de Dime Porqué (Ismael Rivera)

Hace seis años decidí lanzarme por las cataratas del amor sin importarme sus consecuencias. Después de gritar y eludir toda suerte de escollos el agua me lanzó a un desierto colmado de zarzas. El aire seco se endurecía en la garganta hasta transformándose en asfixiante arena. Los ojos, cuando palpaban las evocaciones, sangraban. Era un espectáculo difícil de describir. Después de vagar por los aluviones de la desesperación el brillo de una voz me indicó el camino que me conduciría al remanso oscuro del abandono. Esta voz no era, como se imaginan, la de una mujer sino la de un hombre maduro, cuya energía contrastaba con la mansedumbre de su letra…

En otro lugar hablé de esta misma canción, pero no pude colgar el video gracias a que en el momento del post (10 de abril) aún no lo habían subido al amado Youtube. Días después (14 de abril) el avanzado Emanuelo810 subió el video que les presentaré a continuación.

Les dejo, pues, con la canción que me arrebató de la congoja y me llevó a la sombra de la resignación.

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Crujido de los engranajes (2)

Hace un par de semanas viajamos al pliegue del cielo y el mar. Tu cabello adquiría el tono de la felicidad y tus ojos se hacían cada vez más transparentes. Tus palabras, contrario a lo que supuse al salir, se enredaban en el murmullo de las olas o se elevaban al cielo.

Al medio día los compromisos se anclaron en tus tu voz invitándome a desaparecer por los médanos y las dársenas de tu recuerdo. Luego, cuando el sol inició su carrera hacia el mar llegaste a la palmera de mis ensoñaciones con una sonrisa rosada que hacia juego con el cielo sangrante. Te sentaste a mi lado a escuchar el agua lamiendo la arena y el rumor de risas ahogándose en las penumbras…

Estas son las estelas que brillan esta noche solitaria.

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contraofensiva

Las yemas de tus dedos recorren lentamente la geografía tersa de su tabique en dirección hacia su frente. En el intersticio de sus cejas encuentras los dos surcos que han plantado los disgustos y las reflexiones. El viaje sigue hacia la vasta frente. Tus yemas retozan en la llanura de su piel. Cuando divisas la floresta oscura la circundas con celeridad para descender por el margen izquierdo hasta arribar a su mejilla. En ella se extravían tus pasos hasta llegar a los límites del párpado inferior. En este punto tu dedo se eleva intempestivamente; ella abre gradualmente sus ojos. Antes que te contemplen en la plenitud de su mirada posas tu dedo sobre los labios. Los ojos cesan de mirar. Tus dedos empiezan a recorrer la comisura de los labios con suavidad. Ella se estremece. Levantas el dedo y antes que ella abra sus ojos te inclinas para besarla…

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J.C.

A la mujer de este post le escribí años después este poema.

J. C.

J
como la mayoría de mujeres que han atardecido mi existencia,
cuando tu recuerdo me asalta en las noches de inusual alegría
evoco las alas que le puse a los sueños aquel jueves santo
cuento el filo de las navajas que nacieron en la heredad de aquellos días
y tu incomprensible reincidencia en la villanía de aquel Cristo sin cruz y sin devotos …

sé que odias la dársena de mi amargura y mi oscura resignación
a nadar contra la amarilla corriente del tiempo
¡sé que lo odias!…

detestas igualmente la terquedad con la que me defiendo
y los desportillados dientes que exhibo en cada argumento…

C., hoy que el racimo de años dobla la palmera de tu existencia hacia la madurez
recojo las marchitas palabras del barro de la evocación
y las lanzo al viento digital
para que naveguen por la memoria y el olvido
hasta el reducto de tu corazón
donde guardas los mensajes de este testarudo y sensible amigo tuyo…

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