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Final, Final… no va más…

Este es el final de una etapa que duró muchísimo más de lo que imaginé aquella noche que inicié la aventura de escribir en un blog. De los mil visitantes que suponía que llegarían a curiosear por estos predios, llegué a poco menos de 255.000 visitas en los 65 meses en los que estuve aferrado a esta bitácora. De igual manera, de los 10 post que creí que publicaría antes de desfallecer en mi intento de ser bloguero, llegue a 521 (incluyendo el actual), siendo esta cifra el acervo total de este sitio. Vale decir que una parte de este patrimonio fue quien nutrió la antología publicada en Tampa, Florida, gracias a la amable invitación hecha por el Dr Oxel Portilla, Editor de Portilla Foundation (y que aprovecho para invitarlos una vez más a comprarla en Amazon).

Como ven son miles las razones por las que me siento agradecido con este lugar que a riesgo de sonar cursi, fue el hogar de mis desvelos, voz cuando no quise o no pude hablar, manos cuando necesité acariciar a través de la distancia, sonrisa y coqueteo con ese destino que muchas veces fue esquivo.

A partir de ahora iniciaré una nueva etapa en mi vida de bloguero y escritor en ciernes ya que desde ahora estaré publicando en Tejiendo Naufragios, blog que pertenecerá a la comunidad de El Espectador. Allá continuaré con el ejercicio narrativo y reflexivo que llevaba en este lugar, con los mismos objetivos azarosos y con el mismo amor con el que trabajé en cada texto que subí a Con Vocación de Espina. Por ello están cordialmente invitados para que me visiten allá, comenten las entradas y se nutran de la diversidad de enfoques y temas de la comunidad.

No puedo irme sin antes agradecer su sincera y grata compañía, los comentarios que dejaron diseminados a lo largo y ancho de la bitácora, los correos y palabras emocionadas que siempre me dieron razones para creer en el poder de la palabra.

Como siempre les envío un abrazo desde la fría Bogotá y reitero la invitación para que visiten Tejiendo Naufragios, su nueva casa.

¡Gracias por su paciencia!

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Kid Pámbele

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Se le ve por la calles de Cartagena o de Bogotá con la cabeza vacilando sobre un cuello delgado, raspando amarguras en cada esquina, alargando el brazo para acopiar las monedas con las que compra el vicio que lo acorraló en la última esquina del ring. Viejo, cansado y agobiado, se le ve sentado en los andenes aguardando el martillazo que dará inicio a un nuevo round.

Una tarde del 2006 sonó el campanazo. Esta vez el rival era un hombre altanero que le reclamó por saltarse la fila para ingresar al Estadio Once de Noviembre. Después de un intercambio verbal, un par de esguinces y un afortunado golpe en la mandíbula del joven (porque ahora todos son más jóvenes que él), tuvo que contemplar como este se enardeció y le propinó una paliza similar a la que le asestó Aaron Pryor el 2 de agosto de 1980. En la acera, golpeado, hambriento, la frustración empezó a contar sus derrotas: ¡Una!, ¡Dos!… El tiempo detrás de las cuerdas se reía de las ironías de la vida: el mejor Walter Junior en la historia del boxeo mundial acaba de ser vencido por cualquier hijo de vecino. ¡Seis! ¡Siete!… lo mejor que podía hacer era quedarse aferrado al pavimento hasta que la muerte se acordara de él… ¡Nueve!… con el último aliento se levantó y se fue a la esquina de sus viejas glorias para esperar el momento en el que la campana le dé una nueva oportunidad de ganarle a la vida por Knock Out.

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Propuesta

flores1(Fuente de la Imagen)

Usted no sabe qué le puedo ofrecer. Cómo podría saberlo: sería necesario que pasara toda su vida o toda mi vida, según las circunstancias, para saberlo y bueno, quizás no esté dispuesta a dar tanto ya que están las peleas, los malentendidos, los gritos, los portazos cuando quiera borrarme de su vida. Y ni qué decir de los posibles amores que le crecerán a nuestra relación. Porque déjeme decirle que usted es una mujer sumamente atractiva y por ello siempre tendrá pretendientes que le calentarán el oído. Aunque eso ya lo sabe, todas las mujeres atractivas lo saben; por eso les gusta darse ese lugar de privilegio frente a las exigencias de los hombres. Pero también pueden aparecer amores por mi costado; quién sabe, muchachas desorientadas o mujeres arruinadas que traería el río del tiempo. Todo es posible cuando se tienen cuarenta años. También la puede atemorizar aquello de “el resto de los días” porque suena a eternidad, y la eternidad es algo que no queremos cargar sobre nuestros hombros. Al menos la eternidad de los demás.

O Podría suceder que no le interesen mis palabras, que las lea por encima, que no llegue al final. Puede incluso que se diga que este tipo qué se cree y dé clic en la esquina superior derecha y envíe mis palabras (y a mí con ellas) a los recodos del olvido. Acaso mi solo nombre sea suficiente para inducirla a mandarme a la papelera de la que no saldré ni aunque viniera a rescatarme el mismísimo Dios.

O puede que haya llegado hasta este lugar. Tal vez las palabras le empiecen a transportar en una sonrisa que levó anclas ocho líneas atrás y que la llevará a salvo por la tarde lluviosa hasta arribar a una noche fría y solitaria. Quizás le alcance para que pueda iluminarse mañana cuando se vea al espejo y constate que es atractiva. ¿Atractiva?, dirá titubeante. ¡Atractiva!, repetirá convencida. Si es así, decía, permítame comunicarle que perdió toda posibilidad de salvación. Sé que suena pretencioso, pero créame, llevo veinticinco años enamorándome y enamorando mujeres. ¡Un cuarto de siglo! Imagine cuántas cicatrices se acumulan en ese tiempo. Y cuántas mañas. Porque los hombres de cuarenta somos muy mañosos. Todos los hombres son mañosos acotará convencida, y convencida se le empezará a borrar la sonrisa antes que tenga la convicción que es mejor dejar la lectura y darle clic en la esquina superior derecha para evitar la tentación de seguir leyendo. Pero no lo hará gracias a que la curiosidad la ha llevado hasta este lugar y ahora no podrá desprenderse de ella. A las mujeres no las vence la terquedad sino la curiosidad. Aunque las dos, si les mira bien, son una y la misma cosa. El caso es que usted quiere seguir leyendo a pesar que quedan pocas líneas. ¿Qué puede decir él en las cincuenta y nueve palabras que faltan?, se preguntará. Le puedo anunciar que a las once de la noche sonará el celular y usted contestará llevada por la intriga de lo que le podré ofrecer en esta eternidad que puede que no llegue hasta el final, sino que sea una eternidad de meses, quizás de años, en la que usted y yo al fin podremos…

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Llueve…

lluvia1(Fuente de la Imagen)

Dedicado a Adriana Hernández

Llueve sobre este texto sin importar que algunos silencios corren para escamparse bajo la t mayúscula al tiempo que los demás deciden irse por los renglones silbando bajito y con las manos en los bolsillos. Llueve sobre la nostalgia que gobierna las hojas que se precipitan por las alcantarillas. Llueve sobre esas cosas vagas que no se detienen en la memoria, que atraviesan sin mirar atrás, que se van sin dejar huella. Llueve sobre las peladuras de la eternidad que tienen la suerte de dominar el idioma de la poesía. Llueve sobre el futuro que no sabemos si existe o se construye, sobre el presente que es el único bien que nos pertenece verídicamente, sobre el amor que se embosca en las sonrisas que siembran incertidumbre. Llueve y llueve y llueve y sigue lloviendo mientras el viento levanta bolsas abatidas para llevárselas enredadas en sus alambres, mientras la vida se refugia en esta noche que se desploma con todas sus amarguras, mientras me pregunto qué estarás haciendo en la otra orilla de este mar oscuro y denso en el que naufragamos de tanto en tanto…

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Mínimas (35)

revolver2(Fuente de la Imagen)

Dedicado a Angie Carranza Castañeda

Divertida y asustada, empuñaste el revólver de tu cuerpo y disparaste. ¡Pum! Salió tu sonrisa alegre, victoriosa, despeinando el aire con su silbido homicida. ¡Crash!, un cristal roto, ¡catabúm!, un postigo hecho trizas. Continua tu sonrisa airosa y rebelde sin que los impactos le resten fuerza. Entretanto voy cruzando la calle sin saber que ese cartucho que lleva tus nombres y apellidos, me atravesará la piel y los huesos, hará pedazos mi pasado, desintegrará mi presente. Sólo habrá un breve estallido y luego me iré desbocado a las estepas del paraíso…

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Profecía

cabaña1(Fuente de la Imagen)

Dicen quienes conocieron a Diego Niño que su vida era como sus actos: terca y caprichosa. Terco, terco, ¡qué hombre tan terco!, revela una anciana de ojos negros. Y es que dicen que eras terco Diego Niño. Terco y dulce. Escribía, borraba, volvía a escribir y volvía a hablar con su sonrisa irrevocable; su dulzura nos alcanzaba para ayudarnos a entender ecuaciones, triángulos rectángulos, líneas paralelas y todas esas cosas que no sirven para nada, señala otra mujer entrada en años y melancolías. Todas tus alumnas son octogenarias, algunas incluso esperan desde la otra orilla de la eternidad. Terco, dulce y coqueto, eso dicen que eras Diego Niño. Yo era un adolescente cuando venía a hablar con mi hermana; parecía que traía deseos torcidos, ya sabe, de los que tenemos los hombres enredados en el cuerpo, apunta un señor de sesenta años que sobresale por su vitalidad. Es que él era un coqueto sin remedio; a mí me dijo de todo, me escribió por meses sin éxito porque yo siempre supe darme mi lugar, interpela una anciana de ojos verdes. Dicen que luego te fuiste a aquella cabaña perdida en las montañas. El silencio ahogó tus palabras, dejaste de bañarte y la barba te creció sin tregua. Parecía una fiera salvaje, dice una señora que se persigna cada vez que te nombran. Decían que tenía el diablo metido en el cuerpo, interrumpe otra. Quizás no fue el diablo quien te llevó a esos parajes sino la poesía que te mostró el frágil y trasparente camino de la felicidad…

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Partida

ajedrez1(Fuente de la Imagen)

Creo que la Vida es un juego de ajedrez contra el Destino. Su primera jugada no es, como debería ser, con sus fichas. La primera jugada consiste en seleccionar y ubicar las piezas con las que jugará su oponente. Hay quienes dicen que Dios le susurra esta decisión al oído. Creo, aunque nunca estaré en capacidad de demostrarlo, que es su criterio quien le dicta la cifra y el lugar en el que debe ubicar la figura. Por ello a algunas personas tienen las dieciséis reglamentarias, otras tienen ocho, pero tienen varias torres y varias reinas, otros tienen cuatro o cinco y así hasta que se agoten todas las combinaciones posibles. También es relevante la ubicación ya que de nada sirven doce peones si son puestos en línea vertical o cuatro caballos apostados en las esquinas. Algunos quedan con una configuración tan delicada que un mal movimiento será suficiente para desencadenar una embestida que lo acorralará en a8. Otros tienen distribuciones estables quienes a pesar de la solidez, o quizás por ello mismo, no tiene la menor posibilidad de atacar. El caso es que el Destino se toma el trabajo de capturar fichas, custodiar el centro, avanzar sigilosamente con caballos y alfiles mientras uno, gracias a jugar con las negras, se la pasará defendiendo embates y celadas. Pocas veces se gana la partida gracias a que en el ajedrez se suman los aciertos del oponente a los errores propios. Quizás por ello hay quienes reniegan o humedecen el tablero con sus lágrimas. Otros, por el contrario, agradecen competir, algunos incluso ríen a lo largo del juego y otros más estudian las jugadas para enseñárselas a quien venga a pedirle consejo…

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Primera variación del Claro de Luna de Beethoven

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A Alejandro García; quien sembró la semilla de este texto… 

Beethoven es un hombre de treinta y un años, en tanto que la Condesa Giulietta Guicciardi es una niña de diecisiete. Ella es la aristócrata hija de un consejero de Bohemia; él es el desafortunado hijo del alcohol y la miseria. Quizás se aman en proporciones desiguales, que es lo que más se usa en el amor. En efecto Ludwig está enamorado hasta el último cogollo del alma. Giulieta se limita a tantear el terreno, ojear desde las últimas ramas de la curiosidad, a dejar migajas para que él la siga en los laberintos de la incertidumbre. Ella, sin embargo, no se atreve a cruzar las restricciones de una sociedad que podría aplastarla con un ligero movimiento de la muñeca. Por ello prefiere restringirse a frases que susurra entre arpegios y armonías. Bethoveen, a pesar del amor que fermenta las costuras de la voluntad, debe actuar conforme a su edad. ¿Cómo dejarse llevar por los efluvios de una pasión que promete lanzarlo a regiones estériles? Además, ¿cómo puede permitirle a su alumna, una dulce niña que empieza a conocer la vida, que se desbarranque por las laderas de un amor pantanoso?

Nace entonces la hiriente melancolía de aquello que se hace imposible por cuenta de la cobardía. Sopla el tiempo y con él empieza a subir las espirales de una pavesa de nostalgia que alcanza los últimos andamios de la noche. Quizás hay una luna que emerge entre los ribetes de las nubes. Quizás hay una laguna que chapalea en las ciénagas del silencio. Lo cierto es que no hay esperanza que sobreviva a tanta pesadumbre. Huyen las ideas por los surcos de la realidad y con ellas se evade la imagen de la condesa. Por tanto hay que dar trámite a la despedida que se hace inevitable. Sombras que se arremolinan intentándose llevar su nombre.

Giiiiiiuuuuuulllllllllllliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiieeeeeeeeeeeeeettttaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Juega con el nombre que pronunciará durante años sin que se materialice en manos blancas, dedos ágiles, ojos verdes o en una sonrisa aferrada a la juventud. Sólo habrá ausencia después de la a que alargará más allá de lo posible.

Giiiiiiuuuuuulllllllllllliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiieeeeeeeeeeeeeettttaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Ruge antes de atacar el piano en un inesperado golpe de ilusión que acaso proviene de las oscuras regiones en las que se fabrican los deseos. Posiblemente recuerda un beso furtivo, una caricia emboscada, una mirada que acarició mejor que sus largos dedos y que besó mejor que sus delgados labios. Porque las adolescentes primero besan y acarician con los ojos y luego, si hay tiempo y maneras (que normalmente no las hay), lo hacen con los labios y las manos. Los labios… sus labios… sus manos… ¿dónde estás Giulieta de los abismos?, pregunta entre lágrimas y armonías. Debe continuar con el cascabeleo del piano para deleite y curiosidad de futuras generaciones. Se encabritan las notas, se enardecen los acordes, algunas fusas caen descabezadas ante una esperanza traviesa y malintencionada que está fuera de lugar. También hay dudas. Tercas dudas. Desciende en ese instante por las cuestas melódicas hasta tropezar con la certeza que arribará el olvido. Nace entonces una elipsis eterna e impenetrable en la que no habrá espacio para el nombre de la condesa ni para su espinoso recuerdo…

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Destello

rayo1(Fuente de la Imagen)

Un rayo de sol tropieza contra las ramas, se desploma en el piso del comedor, sube por las patas de la silla para terminar haciendo equilibrio en el borde de la mesa. No sé qué amaneceres destilaron su avance o que silencio lo animó a embestir el filo de madera. Lo cierto es que el destello avanza lentamente hacia mi cuerpo. Empieza a trepar los dedos, sube por el brazo hasta atravesar las cordilleras de mi hombro, escala la curvatura de mi cabeza y baja lentamente por la pared. Soy breve escala en el tránsito que lo llevará hacia la oscuridad que sobrevive más allá de las grietas del tablado. Tal vez se filtre una migaja de mi piel en los matorrales infinitesimales o una pequeñísima fracción de mi oreja haga revolotear el polvo, incluso puede que las centellas de mi nuca que se fueron aferradas al rayo, tengan la facultad de promover el zafarrancho de insectos que habitan bajo las catacumbas del comedor…

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Aprendizaje

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                                                                    Dedicado a Felipe Carmona

Aprender, gracias a la enorme porción de conocimiento que está fuera de nuestro alcance, es una tarea tanto o más agobiante que el trabajo de cambiar el color del mar a fuerza de desocupar frasquitos de tinta china sobre él. Zas, lanzamos la primera ampolla y vemos cómo se diluye la tinta hasta desaparecer en la piel del agua. Zas, otra redoma que se desocupa en segundos, y en segundos la devora el mar. Zas, zas, zas, zas. Uno tras otro, tras otro, tras otro. Y el mar del mismo color. Algunos abandonan la empresa por aburrimiento. Otros lanzan dos frascos de tinta, descubren que la actividad es estéril y se van a su casa valiéndose de la primera excusa que se cruce en su camino. Otro conjunto de personas lo hace con el único propósito de llegar a tierra a decir que lanzaron más frasquitos que cualquier que lo haya intentando anteriormente. Un reducido grupo lo hace porque no tienen otra forma de ocupar su vida. Zas, zas, zas, zas; lanzan uno tras otro, por días que se vuelven años, por años que se hacen décadas, hasta que las manos se llenan de lunares y temblores, hasta que la vida se les escapa con el último chorro de tinta que cae al mar que continúa del mismo color, pero en cuyo fondo, bajo la barca que naufraga con los cadáveres, crece una nueva especie al amparo de la sombra que ha crecido sin dar señales de agotamiento…

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A propósito de un cumpleaños

catalina_pineda

                                                                                                   Dedicado a Catalina Pineda

Ella tiene unos ojos enormes, inmensos, incontenibles como la madrugada que se desbarranca por la montaña. Algunos dicen que son potentes, incluso peligrosos, que no se pueden contemplar el quince de diciembre a las ocho de la noche porque quedas enamorado para el resto de tus días, dice Pablo con las palabras estrellándose en su carrera.

¿En serio?, indago escéptico.

En serio, responde él.

Exploro tu foto guiado por la curiosidad. La miro como se contemplan las líneas que le nacen a la piel de la tierra. Empiezo a buscar y rebuscar entre el arsenal de palabras para admitir que Pablo tiene razón: tus ojos son monumentales, extraordinarios, excepcionales. Por ellos entra la vida intacta, sin dar espacio a divisiones ni divergencias, enterita, como dicen las mujeres de estas latitudes, con todos sus filos y todas sus sombras, con los amores atravesados y sin atravesar, con todas las alegrías y todas las congojas atropellándose, dándose codazos, riendo o gritando. Grandes, formidables, fabulosos, titánicos, imponentes, colosales, gigantescos, morrocotudos, excepcionales, insólitos. Cuántos sinónimos y ni uno solo alcanza a describir la mil millonésima parte de su brillo ni de la forma que imagino ovalada cuando sospechas y redonda cuando sonríes. Tampoco existe un verso o una frase disidente que tenga la capacidad de sintetizar la belleza de tus ojos que se iluminan cuando la alegría pasa a su lado y se opacan cuando el silencio se atraviesa en ellos…

Diego, lo importante no es lo que entra, sino lo que sale, corrige Pablo. ¿Qué sale?, pregunto.

De ellos emerge una ternura traviesa, sin tinieblas ni falsos destellos, una amistad sincera y, si los miras justo después que el sol rasguñe la mañana, contemplas al alma entera saliendo de ellos.

¿Entera?… ¿Sin tener que agacharse para no pegarse en los párpados?, vuelvo a interrogar.

Sin tener que agacharse, responde convencido. Y convencido miro la fotografía. En efecto brota entre las tonalidades del negro y el gris, un brillo que no puede ser producto de la cámara, de mi curiosidad ni del discurso de Pablo. Vuela mi imaginación hasta las mañanas en las que sale tu alma a cabalgar la alegría, a despeinar el viento y burlarse de los compromisos. Giro la cabeza y veo a Pablo con los ojos perdidos en la geografía de tu sonrisa, la mirada refulgente y una centella aferrada a sus labios. Carraspeo fuerte para sacarlo de su ensimismamiento.

Mira esa sonrisa que no parece de este mundo, sugiere poco después de salir del enajenamiento. Es un milagro diario, una esperanza perpetua, un tropel de alegrías, susurra en tanto que se deja llevar hacia los recodos del silencio.

¿Cómo puedes sonreír de esa manera? ¿Lo ensayas o te sale natural? Parece que tu sonrisa fuera una cascada que prorrumpe entre las fracturas de la vida, que va tomando fuerza a medida que pasan los segundos hasta que se transforma en un tumulto que se estrella contra los terrones de desesperanza, se descalabra con las piedras que salen a su camino, pero quien siempre lleva en su lomo, a pesar de los golpes y los hematoma, flores y semillas, mariposas con las alas abiertas, hojas con hormigas aferradas, vida, en suma, vida y fuerza que se entrega a la inercia de la huida.

Deberías escribirle para su cumpleaños, apunta Pablo al final del largo viaje hacia tu sonrisa. ¿Escribirle? me pregunto en silencio y en silencio me digo que es imposible. ¿Qué te podría escribir si no sé de ti más que lo que acabo de ver y lo que Pablo me ha dicho?

Hombre, qué pena contigo, pero eso no es factible: no hay palabra, frase, o combinación de frases y palabras que puedan enumerar siquiera una de sus cualidades. Él me contempla con asombro. Las palabras son finitas y ella es infinita; es como si una base finita pudiera generar un espacio vectorial infinito, intento hacer una analogía matemática a pesar de mis pocos conocimientos en la materia.

Dale, tú puedes, insiste a pesar de mi negativa.

A lo sumo puedo reproducir este instante y publicarlo en el blog, si acaso eso sirve de algo…

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500

500(Fuente de la Imagen)

En el 500 A.C. murió Zu Chongzhi, matemático de la dinastía Liu Song que tuvo la mejor aproximación de Pi a lo largo de nueve siglos (355/113). Este mismo año la escuela pitagórica comenzó su expansión y nació Anáxagoras en Clazomene, territorio de la actual Turquía (este filósofo introdujo el concepto de Nous, mente, como origen del universo y causa de la existencia). Ray Harroum ganó en 1911 el primer torneo de las 500 millas de Indianápolis gracias a que inventó el espejo retrovisor. Eddie Cheever, ya que hablamos de esta competencia, tiene el record de la vuelta más veloz en esta competencia, alcanzando en 1996 la infartante velocidad de 379,889 kilómetros por hora. En el 500 D.C ocurrió la batalla de Monte Badon (Badon Hill, en inglés), en quien las fuerzas romano-britanas detuvieron la avanzada anglosajona. Un texto del siglo IX (Brittonum) atribuyó el éxito de la batalla a la intervención del mítico Rey Arturo. “Programa 500 días”, fue el nombre que recibió el proyecto lanzado en La Unión Soviética en agosto de 1990 (en pleno proceso de la perestroika) para superar la crisis económica mediante la transición hacia una economía de mercado. El proyecto TOP500 es el ranking de las 500 súper computadoras más poderosas del mundo. Dicho conteo recopila información de Hans Meuer, Universidad de Mannheim (Alemania); Jack Dongarra, Universidad de Tennessee (Knoxville); Erich Strohmaier, NERSC/Lawrence Berkeley National Laboratory; Horst Simon, NERSC/Lawrence Berkeley National Laboratory. El 11 de agosto de 1929 Babe Ruth completó 500 jonrones jugando con los New York Yankees (equipo en el que militó durante catorce jornadas). A comienzos de noviembre de 2012 IBM logró simular 500 mil millones de neuronas y 100 billones de sinapsis. Para lograrlo usó el superordenador más grande del mundo (Sequoia), quien consta de 96 armarios de un millón y medio de núcleos y 1.5 petabytes de memoria. Aquemini de Outkast es considerado el álbum número 500, de los 500 mejores álbumes de todos los tiempos. La revista Rolling Stones para llegar a este resultado acopió los votos de 273 músicos, críticos y figuras de la industria musical (quienes emitieron por separado una lista de 50 álbumes). El primer álbum de este mismo conteo es, en criterio de esta publicación, Like a Rolling Stone, de Bob Dylan. John Christopher «Chris» Cassidy fue el astronauta número 500 en salir al espacio. Esta misión la alcanzó el 15 de julio de 2009 en cumplimiento de la misión STS-127 que fue asignada al trasbordador Endeavour. Estudios demuestran que la mitad de los europeos nunca han visto o tenido un billete de 500 euros en sus manos. Otros estudios indican que un europeo promedio consume anualmente cerca de 500 gramos de fragmentos de insectos a través de mermelada de fresa, pan y otros alimentos procesados. 500 son los post que he publicado en este blog que hoy cumple cinco años (la centésima parte de cinco centurias) y 500 son, a su vez y para finalizar, las palabras que componen el presente artículo.

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