Archivo mensual: julio 2010

Mínimas (22)

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Cambalache (3)

Podré desnudar tu memoria hasta que no le quede una hilacha en la que pueda encubrir un silencio, un secreto o una duda; haré que tu soledad aguarde ansiosa –acaso temblorosa- el arribo de las sombras que escoltan mis pasos así como desearás el advenimiento de aquella nostalgia que hace juego con las noches barranquilleras. Tú, en contraprestación, estarás facultada a hostigar mi cuerpo con tus manos, a que tus preguntas no den tregua a mis secretos y a que me lances, con la música que vibra en tus palabras, a las zarzas de la madurez…

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365 días

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Allí donde el sauce casi besa el agua, un renacuajo se encontró con una oruga.
Se miraron fijamente a los diminutos ojos… y se enamoraron.

Ella era para él como un maravilloso arco iris,
y él era para ella como una perla negra y brillante.

– «Me encantas», dijo el renacuajo.
-«Tú también me encantas», contestó la oruga.
-«Prométeme que nunca vas a cambiar».
«-Te lo prometo», dijo el renacuajo.

Pero estaba tan claro como que el
tiempo cambia que el renacuajo no
podría cumplir su promesa.

Tony Ross y Jeanne Willis

¿Cómo podría conquistarte ahora que sabes que soy un hombre quien, además de celoso, le indigna que seas sarcástica? ¿Cómo podría cautivar tu corazón si conoces la navaja emboscada en la mansedumbre de mis palabras? ¿Cómo podría seducir tu cuerpo si has sido testigo de la anarquía que el tiempo ha emplazado en la órbita de mi abdomen o en el obstinado avance de la calvicie?…

Sé que las evidencias indican que languidecen los argumentos con los que despeinaba tu aliento, así como indican que la fatiga tiene la facultad de desbarrancar la relación. Lo perverso del asunto es que, a pesar de estar avisado de los efectos del tiempo, poco puedo hacer contra la herrumbre que desencaja la tramoya del romance, marchita los versos de Sabines o agota las caricias. He decidid sustituir, en consecuencia, la pirotecnia del discurso por la firmeza de los hechos, la impetuosidad de la juventud por la mesura de la madurez y la banalidad por la salvaguardia de la ternura.

¿Dónde quedan, en aquella metamorfosis de buenas intenciones, las razones que te enamoraron?, preguntarás con justicia. Ellas, como todo aquello que pertenece a este mundo, están sujetas a la vorágine de las transformaciones y, por tanto, seguirán presentes, pero lo harán con una morfología distinta. En efecto, si bien las variaciones reemplazarán la impetuosa pasión por un amor apacible, no habrá pérdida ya que ganaremos por dos motivos: permutaremos, en primer lugar, los azares del frenesí por la estabilidad del sosiego; y, en segundo lugar, el amor tendrá la potestad -contradictoria, si se quiere- de reflexionar y, por ello mismo, de participar de una sensatez hasta el momento desconocida…

Este amor, como puede ver, está dejando de ser aquel romance entre el príncipe –andino, por demás- de calculadas maneras y lento hablar y la princesa de curvas convergentes y acento de río crecido para dar paso al amor, sereno y reflexivo, entre dos humanos con las aristas de sus personalidades afiladas por corrosión de los años (este hecho trae implícito el desafío de amarnos a pesar de las cortaduras que causen las filos de nuestro carácter).

Pido al cielo, para finalizar, que esta nueva etapa traiga las mismas –o acaso más- alegrías de las suscitadas el ciclo anterior.

¡Feliz Aniversario!

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