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Pregunta #1

mar1(Fuente de la Imagen)

¿Existe objeto más estimulante que aquel que puede extraviarse en algún recodo del destino? La observación y la experimentación directa me han enseñado que sólo los elementos que gozan de este atributo, y que por suerte son de nuestra propiedad, nos impulsan a luchar por ellos y, gracias a esta constante pelea, los incluimos entre los más amados. Por ello, mi tierna niña, debemos agradecer que nuestro amor crezca entre la aridez de la distancia y que nuestro humor –mudable y montaraz – desestabilice la institución del noviazgo. Estoy seguro que asumiríamos, si las circunstancias fuesen indulgentes, que no deberíamos cultivar o, por lo menos, cuidar del amor que florece en nuestros corazones. ¿Preferirías, en ese orden de ideas, una relación fría en lugar de este amor- impetuoso y arisco – que amenaza robarnos el sosiego?…

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Acuerdo 001

amor4 (Fuente de la Imagen)

Marjorie Carbonó y Diego Niño,
en pleno ejercicio de las facultades que les confieren el título de novios y

Considerando:

1. Que los obstáculos, por acerbos que sean, restringen los embates si el camino lo ilumina las antorchas del amor
2. Que la pasión engendrada en las rutas del azar es vehemente y, por tanto, no detiene su paso ante los arenales del racionalismo
3. Que las promesas de los enamorados son tanto o más sagradas que las nubes que abrazan el cielo o la brisa que acaricia los pétalo de las rosas

Acuerdan:

Capítulo Primero

Deberes

Artículo Primero. Deberás amar a tu pareja como el verso ama la palabra. No existirá otro horizonte que el de su mirada ni otra ruta que su piel. Todos los pensamientos, por regla general, convergerán a sus pies y todas las estrellas susurrarán su nombre.

Parágrafo. Queda expresa y taxativamente prohibido que el amor baje los brazos y que la tristeza ocupe el lugar de sus manos.

Artículo segundo. No desearás a la mujer del prójimo ni a tu prójimo so pena de marchitar la confianza en la que abreva el amor. Nunca, bajo ninguna circunstancia, entregarás las caricias que la hacen vibrar como una cuerda de guitarra ni los besos que le derriten su voluntad. Queda prohibido, asimismo, que mires por la ventana con los brazos extendidos y con la pierna cruzada frente a otro hombre. Tus dedos sólo pueden surcar su piel morena y tus besos sólo pueden ablandar su lanoso pecho.

Artículo Tercero. Tus ojos sólo contemplarán la pradera de su mirada y tus sueños deberán estar habitados por su presencia. Deberás recibir las auroras con su nombre jugueteando en tus labios así como te está prohibido despedir el día sin que su recuerdo haya estimulado tu corazón.

Artículo Cuarto. No permitirás que el tiempo marchite el amor ni que la monotonía deponga la sonrisa que visita tu rostro cuando escuchas su voz. No admitirás que otras voces se aniden en tu corazón ni que otros versos destituyan sus poemas.

Parágrafo. Deben entenderse por poemas todos los escritos, sin importar que estén redactados en verso o en prosa, que aludan al amor o que conciten el pasado común.

Capítulo Segundo

Derechos

Artículo Quinto. Puedes abandonar los versos, despedir el silencio, sepultar los boleros y remover las huellas de tu pasado. Te está permitido, asimismo, destituir las gardenias que evocan fantasmas, tronchar los poemas de Carranza y expulsar la melancolía.

Parágrafo. Se entiende por huellas del pasado toda ranura del alma que esté infestada por el sarro de la evocación.

Artículo Sexto. Puedes dedicarle todas las canciones que escuchas, todos los poemas que encuentres a tu paso y escribirle a diario sin menoscabo de pasión. Se te permite, además, concebir canciones, poemas y narraciones de tu propia cosecha.

Parágrafo. Están restringidos, en caso que hagas uso de las prerrogativas del artículo anterior, los poemas de Carranza.

Artículo Séptimo. Se te permite amarla (o) hasta el cansancio, gritar su nombre hasta quedar ronco (a), extrañarla hasta el agotamiento y recorrer miles de kilómetros para verla (o). Puedes, incluso, hablar de ella (él) con todos tus amigos (as) y en todas las reuniones sin perjuicio de agotar el tema ni de mancillar el amor.

Artículo Octavo. Estás facultado para encender su cuerpo con susurros al oído, con el roce de las yemas de los dedos en sus hombros, con miradas lascivas, con faldas cortas y con versos ladinos. Estás autorizado (a), de esta forma, a estimular cada milímetro de su piel con la tibieza de tus manos y crispar su cuerpo con el concurso de labios y dedos.

Parágrafo. Las anteriores técnicas pueden usarse, sin menoscabo sicalíptico, con el concurso de medios electrónicos o digitales.

Artículo Noveno. El presente acuerdo deroga todos los compromisos y relaciones que le sean contrarias o incompatibles.

Comuníquese, publíquese y Cúmplase

Dado en Bogotá D. C., a los tres (3) días del mes de agosto del año dos mil nueve (2009)

(Original Firmado)
Marjorie Carbonó

(Original Firmado)
Diego Niño

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Sobre contratos y noviazgos

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Imagine que usted se encuentra con un señor en una cafetería. Este individuo se sienta en su mesa, le dice que se llama Manuel, le habla de la empresa que dirige y de la vacante que necesita ocupar. Después de una larga conversación usted acepta la solicitud de tomar el empleo. El señor le da la mano y le dice que no es necesario firmas papeles ni hacer contratos. Al poco tiempo, viajando en un bus, su compañero de puesto le ofrece un cargo mejor remunerado y con mayores expectativas que las ofrecidas días atrás. Usted lo acepta a pesar de saber que su decisión le traerá inconvenientes a Manuel.

Imagine ahora que está sentado en la misma cafetería. Minutos después una muchacha rubia, con ojos cafés, curvas convergentes y turgencias pronunciadas se sienta a su mesa y le dice que se llama Manuela. Después de una breve charla se besan y días después de ennovian. Un viernes usted va en una buseta hacia la universidad y la muchacha de la silla del lado inquiere por la ruta de la buseta. Después de una charla protocolaria se entera que la joven estudia en el mismo lugar. En la universidad, luego de una charla frente a un tinto amargo, se besan y días después deja a Manuela por ella.

En los dos casos no hay un contrato que obligue permanecer en la empresa o un acuerdo que exija la fidelidad. En las dos historias no hay, por tanto, exigencias ni reclamos puesto que no hay convenios; existe, simplemente, el acuerdo tácito de fidelidad de los suscritos.

Eso es el noviazgo: un acuerdo tácito de fidelidad y otras adendas. El problema radica en que, dado que no hay acuerdo ni contrato, cada una de las partes presupone los elementos del acuerdo. Una de las partes, por ejemplo, supone que la llamada diaria es vinculante en tanto que el otro presume que la otra parte debe estar disponible todos los viernes. Me extraña, por ello, que un vínculo tan débil y asimétrico, como lo es el noviazgo, duren más de un mes y que sus integrantes sean felices

Lo anterior lo digo por conocimiento de causa: he tenido noviazgos en los que mi novia y yo teníamos concepciones divergentes acerca de los derechos y deberes de la relación. Lo anterior no quiere decir que no he tenido malas relaciones: el noviazgo actual, por ejemplo, llega mañana a su primer año. ¿Cómo, me pregunto en esta tarde gris, pueden durar tanto dos personas que no han establecido ningún lineamiento? Quizás esa sea la razón: no nos hemos enredado en penosas elaboraciones de compromisos y potestades. Simplemente nos vemos cuando el tiempo nos faculta para hacerlo, nos llamamos algunas veces en la semana y no nos acostamos ni nos besamos con otra persona. Lo demás, en nuestro criterio, son tonterías que conducirían la relación a las cavernas del infortunio…

Aprovecho para desearles a todos ustedes una navidad al lado de los seres queridos y para agradecerle a Luz Amparo los 366 días de felicidad que me ha obsequiado y las 366 inolvidables noches que hemos pasado juntos.

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Más cifras

Para aquellas mujeres que el post anterior no las convenció absolutamente les traigo cifras contundentes de la misma encuesta:

(Traducción de Inner, El Pendejo)

• El 70% cree que el matrimonio es una institución necesaria; el 4% piensa que es una institución muerta.
• El 57% cocina en su casa y disfruta haciéndolo.
• El 54% cree que una chica le estaría traicionando si besara a otro hombre.
• El 51% afirma no tener miedo a los compromisos; el 25% teme comprometerse con la persona equivocada.
• El 60% cree que una pareja debe convivir bajo el mismo techo antes de llegar al matrimonio, considerándolo como una buena prueba prematrimonial; el 9% cree que esto no es moralmente aceptable.
• El 60% jamás ha engañado a una mujer diciéndole que la amaba para acostarse con ella, ni lo haría jamás.

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Los hombres también lloran

Hace unos años estaba leyendo en mi cuarto cuando escuche las voces de niñas que no alcanzaban, supuse en ese momento, más de quince años. Al ver que no podría leer por la barahúnda que armaron las niñas decidí escuchar su conversación. Media hora después entendí que se habían reunido en el jardín comunal -al lado de mi ventana- para aconsejar a Camila sobre el trato que debía recibir David, su maldito novio. Ellas le decían que no debía aguantarse que la tratara como el trapo de bajar la olla, que él era un hijuep* que no la valoraba, que merecía que se le cayera el pipí (hasta allá llegaron las impúberes), etc. Los denuestos e improperios, que en principio atacaban al pobre David –me solidarice con el vejado-, se extendieron a todo el género, de tal suerte que los hombres, en concepto de las pre adolescentes, somos una caterva de malpar* que no merecemos el aire que respiramos. La lista de defectos concluyo con la siguiente sentencia: “los hombres, dijo una voz aflautada, no tienen corazón, por eso no sienten”. Esa fue la copa que derramo la copa: correi la cortina, abrí la ventana y les dije a las niñas: sí sentimos; es más, en ocasiones sentimos más que las mujeres. Las niñas me miraron con desprecio y se fueron sin decir una palabra.

El año pasado venía en un colectivo. En la silla del frente venían dos muchachas hablando sobre sus novios. La primera habló maravillas de su compañero; la otra, por el contrario, dijo que su novio era un Güev* que la tenía aburrida. Luego empezó a relatar la diversidad de hombres con los que le había puestos los cachos al pobre astado. La amiga, al concluir la ristra de aventuras, le pregunto con cara de asombro: ¿no te da embarrada con tu novio? ¿Embarrada? Le contesto la otra; ¿Por qué si los hombres no sienten? En ese momento me indigne y le dije, al igual que las niñas: los hombres sí sentimos, en ocasiones, incluso, más que ustedes. Las dos muchachas me miraron con cara de asombro; dieron media vuelta y siguieron hablando de temas más amables.

Anoche halle en 20 minutos el respaldo científico de mi afirmación: en una encuesta hecha a más de 70.000 hombres por AskMen.com , más del 75% de los hombres admitió haber llorado a causa de una mujer. ¡¿Cómo les queda el ojo?! Y eso no es todo: el 77% admite que busca novia con “madera de esposa” y el 69% asegura que nunca en engañaría a su novia.
Anoche mismo imprimí la noticia y la llevo conmigo en la maleta para demostrarles a las mujeres que usan este argumento (o pretexto) que los hombres lloramos, al igual que ellas, por la traición o por el abandono.

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