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El corazón se detiene al verte con tus pantalones de cuero y tu mirada festiva. Me acerco a pesar que sé que te gustan los hombres que irrumpen con sus manos olorosas a oscuridad y con el odio revoloteando en sus ojos, como luciérnaga extraviada. ¿Qué haces por estos parajes?, preguntas con los labios humedecidos por las blasfemias del bravucón que te lleva al baño después de la tercera botella de whisky. Vengo a perderme en la turbulencia de tus ojos, en el frenesí de tu voz de cigarros y vodkas, en las canciones melancólicas remojadas en cerveza y en el mechón rojo que me regalaste en las tinieblas de una noche de noviembre, confieso con el resentimiento ronroneando en mis palabrasl Le faltan a tus promesas las tinieblas de bares fragantes a a orines y atardeceres endulzados con fenobarbital y ron, aseguras con el pesimismo desmigajándose como pan mohoso; deberías irte antes que Bartram te vea hablando conmigo.
(Nota a pie de página: Bartram fue un adolescente brillante hasta que se cruzó en su horizonte una mujer que cargaba una colección de porros y amaneceres lluviosos. Ella le enseño a rasguñar las madrigueras del deseo, a esconder sus frustraciones en nubarrones de marihuana, a teñir la nostalgia con rayas de perico y a solucionar los problemas con el concurso de los nudillos)
Entretanto Mick afirma con su voz a prueba de excesos,
better come back later next week
‘cause you see I’m on losing streak.
Una tristeza densa encaja arena en mis pulmones. Quiero verlo. ¿A quién?, inquieres detrás de la octava copa de Brandy. A Bartram; anhelo que me parta la cara y que me escupa; que me borre de tu vida y de mi vida; que me exprima las palabras que te dije una noche de noviembre, entre estrellas, entre aguardiente, entre porros; que me arranque los brazos que te tocaron, la lengua que te habló, los ojos que contemplaron tus nalgas celestes y la nariz que olfateó tus sueños; eso quiero. ¿Tanto alboroto por una noche embarcada en las naves del desenfreno? ¿Tanta bulla por un orgasmo entre botellas y colillas? No hay duda que eres demasiado bueno para mí, concluyes después de esnifar un pase de perico. Me llega de la barra la compasión de una mujer de mirada azul al tiempo que Jagger (discrepando de la agresividad etílica) canta dulcemente en su noche -en la noche de fosas y nostalgias-, desde la eternidad que lo espera con inquietud:
You had the moves
You had the cards
I must admit
You were awful smart
The awful truth
Is awful sad
I must admit
I was awful bad
Walk the streets of love
And they´re drenched in tears
No te equivocas Mick (¡nunca lo haces!): las calles del amor están empapadas de lágrimas, de noches oxidándose en los abismos del olvido, de silencios rencorosos, de reencuentros amargos… Asger, princesa, tú tampoco te engañas: los versos de Ángel González y de Jattin, los amaneceres sin pepas ni alcohol, son demasiado buenos para ti… Mick, el buen Mick, continúa pontificando detrás del parlante coronado por latas de cerveza:
And I, I, I, I, I, I, I
I walk the streets of love
For a thousand years
amor+desamor+mujeres+narraciones+saudade+serie esquirlas+Rolling Stones+Love Street