Archivo mensual: May 2008

Roberto Carlos

Para los amantes de las baladas y del portugués les dejo con Roberto Carlos.

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De símbolos y almas

Ayer me di cuenta que el lenguaje del alma es simbólico y que cada alma tiene sus propios códigos. Me explico.

Un hombre y una mujer se gustan. En algún punto del viento se enamoran e inician una relación. Hasta acá todo normal. Luego, por inconvenientes nacidos del contexto, él la abandona. Años después ellos se encuentran; ella, o mejor, su alma, lo sigue esperando porque no existió la ruptura simbólica (palabras) y él no ha empezado la relación aún porque en su mundo nunca existió nada formal (no entendió los símbolos de la otra alma). Días después del reencuentro él inicia la relación y ella la termina. Él sufre; ella descansa. A los ojos de los demás (especialmente a los de ella) la justicia divina actúo. Todos los elementos de esta novela (amor, pasión, sufrimiento y justicia) son simples símbolos emanados del interior de las almas. Nada de esto sucedió así: sólo fue un encuentro entre un macho y una hembra de una especie animal; el resto son ribetes de nuestra condición humana (¿alma acaso?).

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Fragmentos de la entrevista a Roberto Palacio

Gracias a la respuesta de los lectores con respecto al libro de Roberto Palacio me dediqué a navegar en la red para traerles mayor información sobre el libro que ha causado tanto entusiasmo en las librerías.

Entre los periódicos locales encontré una entrevista hecha por Ricardo Rendón para el diario El Espacio. En ella la inteligencia, elocuencia y profundidad del filósofo brillan en cada respuesta. Juzguen ustedes mismos:

¿Y es que lo desvela el tema del pene?
“A mi esposa la ha desvelado, sobre todo durante el tiempo que he estado escribiendo este libro. Debería ser extraño para ella que no me acostara en la cama a que me fuera a pensar en penes a otro lado”.

En este caso y en lo que atañe a su profesión, ¿cuál es la filosofía del pene?
“La filosofía de ‘Sin pene no hay gloria’, es muy sencilla: si bien las mujeres necesitan tetas para alcanzar el paraíso, para los hombres los escasos momentos de gloria en esta vida, los hemos vivido de puertas para adentro en momentos íntimos, haciendo buen uso de este instrumento”.

¿Su libro es un texto clínico, de autoayuda o una suerte de ‘pajazo metafísico’?
“No, he defendido el pajazo real; el pajazo meramente mental puede llevar a un derrame cerebral. El texto funciona a cuatro niveles: primero, es un texto divertido, fácil de leer; en segundo lugar, es un texto anecdótico; por ejemplo, yo me sometí a ensayar el Viagra en mi propia casa para escribirlo; el otro nivel contiene datos que pueden ser de interés para cualquier feliz propietario de un ‘honorable miembro’, y en último lugar contiene información histórica, incluso sobre la historia del pene en Colombia”.

¿De dónde salen tantos dichos alrededor del pene como ‘picha’, verga’, mondá’, ‘pingüiñoño’, etc,?
“Cientos de horas de maledicencia en los parques, en las oficinas, generan estas formas de hablar. Algunas tienen orígenes históricos que ya no reconocemos. Por ejemplo, la palabra ‘mondá’ surge en el siglo XVII, cuando las francesas que llegaban a Cartagena observaban a los negros cargueros desnudos. Al ver a una serpiente de esas dimensiones, se tapaban la boca con su abanico y exclamaban: ‘Mon Dieu’ (Dios mío). Y esa expresión se convirtió en ‘mondá’”.

¿De dónde sale la verga?
“De la bragueta, pero etimológicamente sostengo que es un término naviero. Considérese que los barcos antes se llamaban bergantines”.

¿Y picha?
“¡Por supuesto que sí! Pero qué termino tan espantoso. Hay algunas expresiones que la superan como: ‘puñalada de carne’. Para ciertas prácticas sexuales, hay expresiones incluso más repugnantes. Por ejemplo, algunos se refieren al sexo oral como ‘cromar el lagarto’, ‘estuchar el mico’ o ‘poner el burro en la sombra’. Recientemente dos profesores de la Universidad de Antioquia escribieron un diccionario de ‘parlache’, el idioma hablado en las comunas de Medellín, en el cual se escuchan locuciones tan coquetas como las siguientes: ‘esa pichona me está dando quiebres para que le chuce un riñón. Pero yo a esa sucia no le echo un tibio’. Lo que quiere decir que la dama está buscando un coito con mi persona, pero yo no deseo realizar tal acto”.

¿Cómo se debe estimular un pene?
“Primero mencionemos las cosas que no se deben hacer con el pene: durante el sexo oral, por ejemplo, no hay que meterle muela; el exceso de ternura y el agua helada tampoco son convenientes; el problema es que las cosas que más lo estimulan son a las que menos están dispuestas las mujeres”.

¿Por qué sacamos primero la nalga cuando vamos a extraer el pene?
“Dado que estamos hablando de un órgano mañoso, durante los momentos de desuso este se acomoda en posiciones insólitas, se encierra en su capullo, del cual a veces hay que sacarlo a la fuerza. Yo no descartaría la idea del pene atemorizado”.

¿Máximo cuántas veces se debe sacudir?
“No importa cuántas veces se sacuda, o si se baila un mambo, incluso. La última gota siempre terminará en el pantalón”.

¿Cómo cree que son los sueños de un pene?
“Es difícil saberlo ya que sus deseos y sueños no coinciden siempre con los de su amo. Mientras que el amo piensa en mujeres, éste seguramente lo considerará como un trabajo. Es probable que añore esa etapa infantil y lúdica durante la cual no se le molestaba”.

¿Cómo se debe educar un pene?
“Lo peor son los collares de obediencia y las órdenes en alemán”.

¿Cree en la resurrección del pene?
“Ciertamente, pero esperaría que se diera antes del tercer día”.








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Sobre esperanzas y regocijos

En mi cabeza sólo existe una Penélope. Esta no es, como supondrán, la esposa de Ulises. La Penélope que habita mi cabeza es una mujer entrada en años (cincuenta y tantos) con la cabeza cana que espera, sentada en un banco verde, el regreso de Arcadio (no sé porque siempre he pensado que se llama así). A esta mujer la veo en las tardes secas de algún pueblo abanicándose con la mirada perdida en el horizonte.

Esta imagen me acompañó en los lejanos días de despecho y en el amanecer, húmedo y alegre, que sobrevino al desamor. Hoy, gracias a una carta, he vuelto a sentir la mirada serena de aquella mujer y he sentido el relente de su perfume visitando mi cuarto frío. A la misiva, le debo, asimismo, el haberme traído los versos de aquel poema de Ángel González que dice:

Muerte en el Olvido

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
Inteligente, y en tu sencilla
Ternura, yo soy también sencillo
Y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
Quedaré muerto sin que nadie
Lo sepa. Verán viva
Mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita…

A ella, a la autora de la carta, sólo le puedo decir que todo conflicto es una bendición de espaldas; lo cual indica que se debe superar para poder verlo de frente y conocer su verdadero sentido.

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Carta al silencio de la noche (4)

Hoy mi mirada se encontró con la tuya frente a la biblioteca. Tus palabras, formales como tu ciencia, indicaron que la ausencia del cielo te está arrugando la dulzura que escondes bajo aquella indiferencia de mangas raídas y ribetes amarillos. Lamenté mi incapacidad de atarte al verbo ambarino que me acompaña en las tardes lluviosas de mayo. Luego, cuando el naufragio de frases de garita se agotaron, nos estudiamos con ternura, nos dimos un abrazo y nos sumergimos en nuestros representación de adultos formales.

Sé, a pesar del pesimismo que me arrebata el aliento en la lobreguez de mi soledad, que un día el forcejeo de nuestros destinos curvará el horizonte de tal forma que nuestros pasos convergerán al mismo punto; ese día, mi señora, las palabras, con sus arabescos y sus sinuosidades, nos transportarán a las praderas de la devoción y las manos, con su sinceridad, nos abrirán los postigos de la ternura.


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Sin Pene No Hay Gloria

El señor Roberto Palacio acaba de lanzar un libro que se titula: Sin Pene No Hay Gloria. En él se habla de las características del pene y de las cosas que con él se hacen.

En uno de los apartados que la Revista Cambio extrajo se puede leer:

“LAS MANOS Y LA ‘FELLATIO’. Es una de las cosas más complicadas, porque uno no tiene bolsillos. He pensado que los seres humanos deberíamos haber desarrollado una especie de marsupia para meter las manos durante el sexo oral, porque uno empeloto y sin bolsillos, es terrible. No hay una respuesta al tema: si poner las manos encima de la señora -o del señor cuando es el caso-, si ponerlas en la cadera o detrás de la cabeza. Toda posición en esa situación es inconsecuente” [1].

Nunca he visto tanta elocuencia y tanta sabiduría juntas. Ningún hombre que haya disfrutado de las felaciones sabe dónde poner las manos en esa ocasión: sobar la cabeza de la feladora (o el felador) se ve, como lo atestiguan todas las películas pornográficas, grotesco. Si se ponen en las caderas de ella la tensión en la espalda ocasiona un dolor en la región lumbar que incomodará en la siguiente fase. Si las manos se colocan en las caderas propias uno se siente –y se ve- como un cerdo asqueroso.

En otro apartado se lee:

“LOS CUATRO ESTADOS DEL PENE. Morcilludo, erecto, tieso y reventón. Los puntos más interesantes son los de los extremos. Morcilludo es cuando se para blandito. Es una fuerza ciega y brutal de la naturaleza. Cuando está así es como meter un pudín en un riel. Y el otro extremo es lo que narra el escritor Stephen Vizinczey en la novela En brazos de la mujer madura, en el que cuenta que sus erecciones entre los 13 y 14 años eran tan intensas, que incluso llegaban a ser dolorosas” [Ídem].

A este párrafo acotaré simplemente que cuando el pene está morcilludo no se debe “enebrar” puesto que el señor pene se amilanará ante la embestida y tenderá a ponerse cada vez más blando, lo cual hace que el acto sea difícl, por no decir, imposible. En dicho caso el sexo sería tan absurdo como jugar billar con cuerdas en lugar de tacos.

No quiero extenderme más, por lo tanto los insto a que busquen el libro de este filósofo de 41 años para que se enteren de algunas características del pene, y sobre todo, para que se diviertan con la fresca y agradable prosa de Roberto Palacio.




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Ícaro

Si Ícaro viviera hoy eludiría los callejones, recodos y sótanos de las obligaciones. Si Ícaro viviera hoy se perdería en la floresta clara de la irresponsabilidad y navegaría por los canales de la soledad hasta ver la luz en la boca del cielo. Si Ícaro viviera hoy se abandonaría en la contemplación de unos ojos cafés y una sonrisa marina. Si Ícaro viviera hoy surcaría el éter para encontrar una cabellera rojiza y un acento de montaña plomiza. Si Ícaro viviera hoy cultivaría la docena de sueños que le nacieron en las comisuras del alma…

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No es que muera de amor (Jaime Sabines)

A Jaime Sabines lo conocí a comienzos del año 1998. Su voz resonó en mí como  las campanas oxidadas de las iglesias que amenazan ruina. Animado por su voz decidí buscar sus escritos en la biblioteca. Al leerlo me pareció, para serles franco, una porquería: los versos daban la sensación de estar incompletos además que habían varias cacofonías.

En el año 2006 lo encontré esperándome sobre una mesa de la Biblioteca Central, en la Universidad Nacional. Lo tome como el que toma una hoja que encuentra en el suelo. Luego de dos poemas quedé enamorado de la complejidad de su escritura y de la visceralidad de sus poemas. En ese momento su voz me pareció corta para la profundidad de su obra.

Los dejo, pues, con Jaime y su interpretación de No es que muera de amor

  


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Sin Titulo (1)

Cuando el sol queme mis ojos
y mis alas no engendren más el viento
contemplaré por última vez el incendio de tu cabello
y pereceré en el mar de tu olvido.

Desde el ángulo oscuro del cuarto su mirada inspecciona el tránsito del hilo de luz que deja entrar la ranura de la ventana. Sus palabras, secas como el viento, se enredan en la garganta. Ella, dándole la espalda, hace círculos en la sábana. El silencio gotea, pegajoso, en la penumbra. Los dos miden las dimensiones de su fracaso: él mide las aristas de su traición; ella las estrías de su desprecio. Saben que nada corregirá sus actos.

El silencio se rompe por dos golpes secos en la puerta. Intuyen la presencia de la administradora al otro lado de la puerta. Dos golpes más. Ella da media vuelta y se sienta al borde de la cama. Se rasca los ojos. Ya salimos; dice sin ánimo. Se escuchan los pasos de la administradora alejándose. Él se levanta y toma los pantalones que descansan sobre el tapete morado que cubren el piso del cuarto. Ella toma, a su vez, sus jeans de la silla vecina de la cama. Empiezan a vestirse con calma.

Después que están vestidos ella toma la maleta que cuelga de un gancho del cuarto. La apoya sobre la cama y abre la cremallera. Busca, lentamente, un objeto dentro de la mochila. Lo encuentra. Lo palpa sin sacarlo. Sonríe siniestramente. Lo saca con lentitud. A pesar de la penumbra se nota que es un revolver. Pedro está inclinado amarrándose los zapatos. Cristina apunta a la espalda abultada de Pedro. Levanta el martillo; el crujido del tambor girando alerta a Pedro. Se levanta ágilmente; queda frente a una sombra que le apunta.

-nunca te perdonaré el haberme obligado a abandonar a José; dice ella con voz trémula.

-Tú sabes muy bien que eso no es así; le contesta Pedro con todo el aplomo que puede acopiar

****

La administradora está recostada contra la pared del motel cuando escucha la detonación. Siente que un frío le recorre la espalda. Recuerda que aún queda una pareja. Camina rápidamente hacia el fondo del pasillo. El taconeo cascabelea en las paredes descascaradas. Se para frente a la puerta. Tintinean las llaves. Busca nerviosa la llave que tiene un nueve escrito con esmalte rojo. No la encuentra. Las manos le tiemblan. La sorprende emboscada detrás de un llavín amarillo. La introduce en la cerradura; da un giro con su muñeca; La chapa cede; empuja la puerta…

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Sobre tardes y amores

En tardes frías como esta es inevitable hacer el arqueo de los amores que nos han dejado.

En tardes lluviosas como la que camina afuera de este café internet (hoy cambié de sede para escribir) caminaba por las calles tomado de la mano de una mujer de mirada nostálgica y labios carnosos. Este amor, lastimosamente, pereció en la primera llovizna de adversidades.

Hace unos minutos, mientras tomaba pony malata, recordé a una muchacha que conocí en una cafetería muy parecida a la que me hallaba. Este amor se ahogo en naufragio de miradas y silencios en el que se sumieron nuestras conversaciones.

No puedo dejar atrás a Andrea, la mayor traga de mi vida. A ella la ame en silencio desde el año 88 hasta mediados del año 95. Creo que la mejor variante que existe de amor es la traga porque este amor no encadena ni condiciona. A Andrea, como les venía diciendo, la ame con fervor religioso, sentimiento que no me impidió cortejar a otras mujeres a la orilla de su talle. Ella nunca supo que la ame; es más, no supo de mi existencia hasta que, por cosas del destino, termine siendo su vecino. Luego, con el trajín de saludos vespertinos y conversaciones en las noches frías, el amor se fue diluyendo en la amistad desabrida que entablan los vecinos.

Inevitablemente me llega el recuerdo de Milena, mi primer amor. Cuando nos conocimos ella rondaba los seis años y yo enarbolaba orgullosos cinco años. Nuestro amor duró el fin de semana que su familia se quedo en las casas de mis padrinos (donde vivía mi familia en ese momento). A esa edad cualquier mirada o cualquier roce de manos se tomaba como la más larga y provechosa aventura. Fueron instantes sublimes que terminaroncon una mirada sombría y una mano despidiéndose por la ventana de una camioneta de mi padrino…

Tantos recuerdos que pasan por mi cabeza mientras espero que sean las siete de la noche para poder iniciar la clase que tengo programada…

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Jaime Sabines

Si alguien me preguntara el nombre del hombre que más sabe de mujeres yo no diría que es Brad Pitt ni mucho menos Beckham; yo aseguraría, sin temor a equivocarme, que el hombre que mejor conoce a las mujeres se llama Jaime Sabines. Y no es que él se hubiese acostado con muchas mujeres o que hubiese tendido a sus pies a las más codiciadas. No. Jaime no las conoció por la transitable vía de la pertenencia sino por el esquivo camino de la reflexión. Sus poemas demuestran que Jaime poseía la profundidad que soñaría tener Beckham o el desabrido Brad.

Pero no crean que el talento de Jaime se limitaba a las mujeres: también conocía las leyes del amor. En poemas como los amorosos o en me dueles se perciben las estrías de la pasión y de los que la ejercen. Los versos de sus poemas están diseñados para resonar al borde de un orgasmo o para tintinar en la oscuridad de la frustración.

Los dejo, pues, con una pequeñísima muestra de su obra poética…

ME TIENES EN TUS MANOS…

Me tienes en tus manos
y me lees lo mismo que un libro.
Sabes lo que yo ignoro
y me dices las cosas que no me digo.
Me aprendo en ti más que en mí mismo.
Eres como un milagro de todas horas,
como un dolor sin sitio.
Si no fueras mujer fueras mi amigo.
A veces quiero hablarte de mujeres
que a un lado tuyo persigo.
Eres como el perdón
y yo soy como tu hijo.
¿Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo?
¡Qué distante te haces y qué ausente
cuando a la soledad te sacrifico!
Dulce como tu nombre, como un higo,
me esperas en tu amor hasta que arribo.
Tú eres como mi casa,
eres como mi muerte, amor mío.

HE AQUÍ QUE TÚ ESTAS SOLA Y QUE ESTOY SOLO…

He aquí que tú estás sola y que estoy solo.
Haces tus cosas diariamente y piensas
y yo pienso y recuerdo y estoy solo.
A la misma hora nos recordamos algo
y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya
somos, y una locura celular nos recorre
y una sangre rebelde y sin cansancio.
Se me va a hacer llagas este cuerpo solo,
se me caerá la carne trozo a trozo.
Esto es lejía y muerte.

El corrosivo estar, el malestar
muriendo es nuestra muerte.
Ya no sé dónde estás. Yo ya he olvidado
quién eres, dónde estás, cómo te llamas.
Yo soy sólo una parte, sólo un brazo,
una mitad apenas, sólo un brazo.
Te recuerdo en mi boca y en mis manos.
Con mi lengua y mis ojos y mis manos
te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne,
a siembra , a flor, hueles a amor, a ti,
hueles a sal, sabes a sal, amor y a mí.
En mis labios te sé, te reconozco,
y giras y eres y miras incansable
y toda tú me suenas
dentro del corazón como mi sangre.
Te digo que estoy solo y que me faltas.
Nos faltamos, amor, y nos morimos
y nada haremos ya sino morirnos.
Esto lo sé, amor, esto sabemos.
Hoy y mañana, así, y cuando estemos
en nuestros brazos simples y cansados,
me faltarás, amor, nos faltaremos.

ME DUELES

Mansamente, insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza. Córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este amor.

Entre los escombros de mi alma, búscame,
escúchame.
En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama,
pide tu asombro, tu iluminado silencio.

Atravesando muros, atmósferas, edades,
tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)
viene desde la muerte, desde antes
del primer día que despertara al mundo.

¡Qué claridad de rostro, qué ternura
de luz ensimismada,
qué dibujo de miel sobre hojas de agua!

Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.
Soy como el hijo de tus ojos,
como una gota de tus ojos soy.
Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
del suelo, de la sombra que pisas,
del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.
Levántame. Porque he caído de tus manos
y quiero vivir, vivir, vivir.


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Sobre mujeres traidoras y consejos

En el compendio amoroso de todo hombre siempre habrá una mujer que lo sedujo y que, días después, lo abandonó para irse con otro hombre o para devolverse con el anterior. Estas mujeres son, por lo general, causa de interminables bebetas con amigos y de llamadas a media noche para decirle a la interpelada que el camino está franco para la absolución y el consecuente retorno a sus brazos.

Después que el implicado se reintegra a la vida amorosa aquellas mujeres pasan al rincón más oscuro de la memoria (junto a las fotos de disfraces vergonzantes o a los momentos bochornosos), lo cual ha causado que estas honorables mujeres pierdan el protagonismo que su empresa merece: sin ellas sería aún más insoportable el desfile de egos masculinos en la floresta del levante. ¿Se imaginan ustedes, mis queridas lectoras, cómo sería de cortante un ego sin haber pasado por las manos de estas loables mujeres?

Lo primero que tendrían que soportar sería el hecho que el hombre pensaría que usted está loca por él (siendo que la realidad da testimonio que el que está perdidamente enamorado es él); la pedantería sería insoportable y el tufillo de suficiencia sería insufrible.

En cambio un hombre que ha pasado por la “pulidora” es un ser humano que es consciente de sus limitaciones; sus palabras se ajustarán a la realidad de los hechos y sus actos serán consistentes con ellas; vivirá, en suma, bajo el faro de la realidad.

Les aconsejo, por ello, que si se encuentran a una mujer de aquellas que ofician de adúlteras tengan la caridad de presentárselas a sus novios para que ellos caigan en sus manos y valoren, ¡por fin! la serenidad, la sensatez y la integridad que ustedes les ofrecen. Les aseguro que ellas no durarán muchos con sus novios (¿quién se los puede aguantar por más de un par de horas?) y se los entregarán más dóciles que un cachorro de labrador.


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