Archivo mensual: septiembre 2009

Instantánea (1)

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Dedicado a Marjorie;

tierra que sostiene  mis pasos;

refugio de mis aflicciones

y  hoguera que enciende mi cuerpo

Tu sueño quedó capturado en mi memoria: estás boca abajo; tu cabeza – apoyada sobre el brazo derecho- navega en un naufragio de cabellos; tu pie izquierdo reposa sobre la rodilla derecha obligando a tu pierna a plegarse prodigiosamente. Siento el impulso de fotografiarte para que mis ojos puedan contemplarte cuando hayan depuesto la energía que los impulsó –a ellos y al resto del cuerpo- a recorrer más de mil kilómetros. Doy media vuelta; me detengo; giro y te observo de nuevo. Estoy seguro que en cuarenta años preferiré verte así desde la nostalgia –nunca desde la certeza-. Tu respiración se agita por la intromisión del teléfono. El repiqueteo da paso, un segundo después, a un silencio arenoso. Mis ojos se detienen, en ese instante, en tus hombros; se enredan en las turgencias a la vez que permiten que el matiz canela de tu piel los acaricie tiernamente. Quisiera acostarme a tu lado, pero me detiene el hecho que duermes en la cama de tu hermano. Sube, desde el primer piso, la fibrosa voz de él y con ella llega la certidumbre que fue tu voz quien nos unió. Curioso que ella tenga la capacidad de engendrar el amor que me tiene contemplándote en el sopor barranquillero. Giras violentamente quedando boca arriba. Contemplo tu pelvis subiendo y bajando dulcemente al tiempo que me regocija saber –o recordar- que una parte de mí palpitara, hasta esta noche, en tu interior (eso es, por lo menos, lo que afirma la ciencia). Las palabras empiezan a desfallecer en mi mente. Doy media vuelta para entregar este instante a la eternidad…

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Susurros del destino

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(Fuente de la Imagen)

Hasta ayer ubicaba a mis hijos en el lejano (y acaso inaccesible) futuro. No tenían personalidad definida, tono de piel, color de ojos ni nombre. Eran, en pocas palabras, una ventana abierta al horizonte. Esta mañana, sin embargo, uno de ellos (o el único de ellos, no lo sé) emergió en los sueños de Marjorie. Es chiquito y blanquito, aseguró en medio de aquellas sonrisas centelleantes que la hacen dueña y señora de mis pensamientos. ¡Qué bien!, me dije en medio del asombro; ¡heredará los matices de mi piel y mi estatura! La miré a los ojos, y a pesar que hubiera querido decirle -además de lo anterior-que preferiría que alcanzara la estatura que me fue negada, las palabras no se decidieron a profanar el silencio que cayó sobre la mañana gris. Extendí el brazo y le desordené la melena con mis dedos. Me lanzó una mirada tierna al tiempo que la evocación se desvanecía en las tinieblas del olvido.

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63 días

aurora1(Fuente de la Imagen)

A Marjorie; combustible de mis sueños, bálsamo de mis heridas…

Injusto pedirle al corazón que aguarde el arribo de otra alma, que, al igual que la propia, se seca de ansiedad; inaceptable es, asimismo, solicitarle al amor que extienda sus brazos para cubrir los lejanos cuerpos y arbitrario es, sin duda, pretender que una relación germine en los surcos de la esperanza si esta no se alimenta con la periódica caricia y el necesario beso. Y, sin embargo, le hemos exigido a nuestros corazones y cuerpos que esperen, sin importar la ausencia de certezas, la llegada de la dispuesta piel y del cabalgante corazón. Hemos requerido, como si la anterior insolencia no nos hubiese bastado, al convulso amor que hunda sus raíces en la yerma tierra y que eleve sus brotes al impasible cielo. Lo prodigioso, -y, por ello mismo, paradójico- es que es justamente el acopio de estas limitaciones quien ilumina, desde el horizonte, nuestro futuro…

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Mínimas (12)

rincon1(Fuente de la Imagen)

No vengo a convocar el pasado ni a ponderar el tamaño de tu ausencia. Tampoco deseo enumerar las razones que forjaron este rencor indulgente que celebra tus desmanes y alienta tu lujuria a hundirse en los meandros de la carne. Ni siquiera aspiro a que tu cuerpo se hunda en mi soledad y marchite, así, los rescoldos de dignidad que sobrevivieron al naufragio de tus humillaciones. Sólo deseo que la sombra de tus dedos abandone la memoria de mi piel y que tus palabras cesen de sembrar esperanza en los surcos de mi ingenuidad.

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Mínimas (11)

tiempo2(Fuente de la Imagen)

Pregunta #3

¿Cómo es posible que la misma sustancia que oxidó todas las tuercas y engranajes de mi voluntad me aconseje, con voz suplicante, enderezar el camino recorrido, levantar las abatidas banderas y resucitar las asesinadas esperanzas?

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La infidelidad desde la genética

Genetica3

Asumamos –así sea por un breve instante- que el único objetivo de la existencia es proteger el acervo genético que palpita en nuestras entrañas y perpetuarlo mediante el alojamiento de este en otros recipientes. Los genes, bajo este supuesto, pueden, en su afán de sobrevivir y perpetuarse, acantonarse en muchos cuerpos, esperar que estos sobrevivan lo suficiente para poderse reproducir y así transmitirse a nuevos receptáculos. Esta táctica requiere, lamentablemente, muchos vehículos: la mayoría de ellos perecerán antes de reproducirse y con ellos expirará parte del acervo genético. Pueden, por otra parte, ingresar a pocos cuerpos y cuidarlos hasta que lleguen a la edad de la reproducción y así asegurar su prolongación. Este método demanda, lastimosamente, la colaboración de otra persona para cuidarlos hasta la edad de la reproducción.

Pensemos, por otro lado, que el hombre puede tener al año tantos hijos como eyaculaciones dentro de mujeres ovulando; en tanto que ellas, en el mismo periodo, sólo pueden tener un hijo. Es claro, entonces, que la estrategia que deben emplear ellos, para prolongar su acervo genético, es la primera y la óptima para ellas es la segunda. La mujer, por tanto, siente la necesidad de seguridad con una pareja estable en cuanto que el hombre se siente inclinado a la promiscuidad.

La naturaleza, dado que no malgasta energía ni materia en ninguno de sus procesos, prefiere sustentar la carga genética mediante parejas estables que cuiden de sus hijos hasta la edad de reproducción. Esta exigencia biológica se transmitió -como muchos otras- a las culturas mediante prohibiciones: por ello todo aquel que sea infiel cargará con el estigma de actuar contra el establecimiento, lo cual no es otra cosa que estar actuando contra los imperativos biológicos.

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Mínimas (10)

vida1(Fuente de la Imagen)

Pregunta #2

¿Se han preguntado por qué la vida y el amor, al ser tan palmarios en sus intenciones (vivir es -como acredita la realidad- negarle el cuerpo a la muerte, no inclinar la cabeza ante el infortunio, sobrevivir a las peligrosas secuelas de la felicidad y resistir los embates del tiempo; amar es, a su vez, penetrar cuerpos heridos de nostalgia, ventilar soledades con la luz de las palabras y dibujar caminos sobre la espalda que poco después será ajena), y tan frecuentes en la cotidianidad, son esquivos a la artera definición y a la tortuosa teoría?

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