Amorcito lindo; sé que la distancia que consume nuestro hálito es cada día más difícil de sostener; sé que el salitre de los años se adhiere en las paredes de tu corazón cada vez que recuerdas la disparidad de edades; sé que la vida baraja el mazo con cartas olorosas a desventaja en nuestra contra; sé que tú transitas la vida con pasos acelerados en cuanto que los míos son tardos, como la felicidad; sé que nuestro amor nació en la grieta oscura del destino; sé que somos cenizas lanzadas a la penumbra del tiempo…
Amorcito, lo anterior, tú lo sabes, no ha sido obstáculo para que nuestros corazones se unan todas las tardes melancólicas en las que la vida muere o se reúnan en el nudo del amor que ahorca la rutina. Hoy peleamos por aquellos grumos verdes que nacen en las orillas de nuestra relación: aquellas espinas que rasguñan inocentemente nuestros tobillos cuando transitamos el camino de la confidencia. El coágulo nació de mi indolencia frente al asedio del cordero con dientes de lobo: frente a la embestida de la inofensiva bestia respondí con estúpidos gracejos en lugar de rechazarlo con enconados improperios. Mi vida, perdóname por ser tan pasivo, o por esconderme bajo las faldas del humor negro; tienes razón, pero entiende que esas es la forma en la que mi corazón y me cabeza afrontan las adversidades (gracias a esta táctica he digerido 28 años de vida). Supongo que este argumento no te satisface en lo absoluto, pero esa es la única razón que te puedo dar princesa hermosa. El grumo, inocente en principio, fue creciendo hasta tocar las bases de nuestro amor; en ese momento me puse iracundo, te grite e intente, incluso, colgarte el teléfono. Luego hablamos torpemente hasta llegar a la dársena del convenio; entendiste que me molestó aquella petición confusa: disfrazar la verdad con aquella facundia falaz que descuella en la dirigencia; me ofendió de tal manera dicha petición que tuve la intención de decirles la alegre verdad; finalmente accedí y puse a girar la mentira. Ahora, minutos después de hablar contigo, entiendoque el hecho no es para tanta indignación. Con esto no justifico tu proceder ni respaldo tu inmadurez: simplemente digo que el detalle fue grotesco pero no perverso. Lo único que quiero recordarte es que no volveré a tu ciudad bajo la sombra del engaño; nunca, mientras esta mentira siga en pie, andaré por las calles de la urbe; en tus manos queda, por lo tanto, mi futuro en esa región. El otro terrón que malquisto nuestros corazones pesa sobre mí; admito que no le di la relevancia que merece a este día; las causas, mi vida, son diversas: van desde las ocupaciones hasta la cita con el neurólogo; sé que ninguna de ellas es suficiente para justificar la incuria con la que peregriné por este día. Mi vida, te lo he dicho miles de veces y te lo vuelvo a decir: tenme paciencia; ajústate a las hendiduras de mi personalidad y a las aristas de mi carácter; sé que te pido mucho, pero haz un esfuerzo. Yo, por mi parte, te prometo que me ocuparé de podar mis defectos; intentaré, incluso, desenterrarlos de mi vida. Te digo, por último, que la pelea de hoy, más que alejarme de ti, me acerca: sólo tú, hermosa princesa, te aferras a las fisuras y a las salientes de mi escapada personalidad; sólo tú amas sus deformidades y padeces su filo; sólo yo, por otra parte, batallo contra tu borrascoso genio y admiro la belleza que este encierra; sólo yo tolero los truenos que nacen del margen de tu alma cuando estás irascible. Creo que sólo tú te amoldas a mí, y que sólo yo me ajusto a ti.
Sólo esto quería decirte muñequita linda… En realidad te quería decir eso y que te amo muchísimo; cada día que pasa encuentro nuevos motivos para amarte, para esperarte en la oscuridad de la distancia; cada día es una nueva oportunidad para hallarte, para bañarme en la lluvia de palabras que se deshojan de tu alma cuando oyes mi voz al otro lado del silencio…