En los caminos del despecho hay un momento especialmente doloroso: cuando nos encontramos con la causante de nuestras aflicciones. En ese instante, el padecimiento que suponíamos vencido, se levanta decidido a lanzarnos al fondo del estanque. El cielo se hunde estrepitosamente y nuestra razón se abate ante la evidencia: el amor sigue aferrado a su dulce mirada y al brillo de sus voz…